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Esta cita atribuida a Da Vinci es aplicable tanto a alumnos como a docentes... Y es que el verano es una época que permite tomar cierta distancia con el día a día, con lo cotidiano. Por eso es un buen momento para descansar, desconectar y, porque no, para tener nuevas experiencias y nuevos aprendizajes. Aprendizajes que en el contexto del ocio y del divertimento serán siempre significativos.
El verano es un buen momento para seguir aprendiendo, pero lejos de lo académico, de lo formal, de lo común, de lo corriente, de lo cotidiano. ¿Significa eso que no hay que revisar los contenidos que se han trabajado a lo largo del curso? ¿Significa que no hay que hacer que los niños utilicen cuadernos de verano o los docentes asistir a cursos de formación? No, que cada uno haga lo que quiera y lo que necesite... he visto a muchos niños y niñas disfrutar de lo lindo completando esos cuadernos y a docentes divirtiéndose al tiempo que formándose en cursos de verano de lo más dispares.
Pero el descanso veraniego es para disfrutar de la familia, para conocer a otras personas, para hacer nuevas amistades, para vivir nuevas experiencias. Es tiempo de tener más contacto con la naturaleza para aprender a amarla y hacer un mundo más sostenible. Es un buen momento para disfrutar de nuestras aficiones e incluso para aburrirse, que a veces viene bien.
Es también tiempo para leer lo que nos venga en gana, cuando queramos y donde queramos, sin tener que hacer resúmenes, ni rellenar fichas ni hacer actividades sobre ello. Pero sin olvidar que es un buen momento para hacer actividad física: correr, andar, nadar, saltar, bailar...
Puede que haya a quien le parezca que estos aprendizajes veraniegos no tienen demasiado valor porque no tienen nada que ver con lo que se hace en la escuela. Pero nada más lejos de la realidad, estos aprendizajes nos permiten llegar a ellos más fácilmente porque nos dotan de más herramientas, habilidades, destrezas y competencias para la vida y nos hacen mejores personas.