En la sociedad actual y, por tanto, también en la educación, la razón parece haber perdido parte de la importancia que tenía. ¡Qué terrible error! ¿Cómo podemos vivir y aprender sin discurrir sobre todas las cosas?
Pero en el mundo actual tampoco parece que la emoción esté mucho mejor considerada. Todo se hace en función del interés, de los réditos materiales que se puedan conseguir con nuestras acciones. Y eso también sucede en la educación del siglo XXI, muy encaminada en formar personas que en el futuro sean buenos profesionales.
La razón y la emoción, el cerebro y el corazón, deben formar parte por igual de la educación. Es un error optar por lo uno o por lo otro. Los contenidos son importantes y el nivel de exigencia para su adquisición debe ser alto. Pero estos contenidos deben aprenderse de modo significativo, deben entenderse y saber utilizar en distintos contextos. Los contenidos no tienen sentido si se pretende que se memoricen de manera provisional y se olviden tras un examen. Además, parece probado que el aprendizaje es más significativo cuando emociona.
La gestión y el control de las emociones también dota a las personas de una mayor capacidad para adaptarse a situaciones cambiantes... y eso en el mundo actual es un gran valor para tener éxito. Reconocer nuestras emociones es tan importante como identificar las de los demás. La resiliencia es una capacidad que nos ayuda a ser más inteligentes en todos los sentidos.
La razón es básica para entender el mundo, la emoción es fundamental para gestionarlo. Por eso no podemos ofrecer a nuestros alumnos y alumnas una educación sin uno de estos elementos. No tiene ningún sentido perder ni un minuto de nuestro tiempo en discutir si la educación debe dejar de lado los contenidos o si la emoción no debe formar parte de la formación en nuestras escuelas. Cerebro y corazón deben formar parte de cualquier proceso de enseñanza/aprendizaje.
Dicen que la manera más rápida y efectiva de cambiar la mente de una persona es conectando con ella a través del corazón. Por eso, por mucho que a ciertas personas les cueste entenderlo, la mejor manera de que nuestros alumnos y alumnas aprendan es emocionándoles. Tú como docentes debes encontrar cuál es la mejor manera de hacerlo, porque hay múltiples formas de conseguirlo... conoces a tus estudiantes y sé capaz de encontrar aquello que les motiva.
Completamente de acuerdo. La razón y el corazón deben ir a la par, y se aprende mucho mejor cuando entra en juego la emoción. De ahí la importancia de motivar bien a los alumnos antes de comenzar el aprendizaje. Saludos
ResponderEliminarÚltimamente existe un exceso de venta de frases relacionadas con la emoción en el ámbito educativo. Sin emoción no hay aprendizaje, dicen, algo que es absolutamente falso. El componente fundamental del aprendizaje no es la emoción sino la motivación. A nadie en su sano juicio le emociona aprender los ríos de España en un mapa, pero los aprende por la motivación de aprobar o -como en otras épocas- para mantener la integridad física.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo en que no se puede llevar a cabo el proceso de enseñanza si no desarrollamos en el las emociones, ya que es muy importante que el alumno sepa como controlar sus emociones o como comportarse en cada situación.
ResponderEliminarMuy bueno!!
Estoy muy de acuerdo con lo que dices, algunos profesores priorizan las clases teóricas sin tener en cuenta nada las emociones. Es importante la teoría, la metodología, el nivel de exigencia etc. Pero todo esto hay que sumarle esas emociones y esa motivación que necesita tanto el alumnado como el profesorado, para lograr una educación de calidad.
ResponderEliminar