Educar sin miedo

domingo, 24 de febrero de 2019
"La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser." Hesíodo

Una de las características más definitoria del ser humano es nuestra diversidad. Tenemos culturas y religiones distintas, opiniones diferentes, ideologías políticas en ocasiones contrapuestas y, por tanto, hay tantas maneras de entender el mundo como personas habitan el planeta.

Puede que esta sea una de las causas por las que es tan complicado ponernos de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de educar. Porque para decidir cómo hay que educar a nuestros niños y niñas, lo primero que hay que plantearse es cuál es el propósito de la educación. Y esta no es una decisión nimia ya que los niños y las niñas son lo más importante que tiene una sociedad porque ellos son los protectores de los sueños de la misma y los garantes de su buen funcionamiento futuro. Por este motivo debemos educarlos sin miedo.

Si entendemos el mundo como un lugar competitivo donde el más fuerte se impone sobre el débil educaremos a nuestros niños y niñas de forma selectiva, procurando que cada uno ellos intenten ser el mejor de manera individual, algo así como una competición deportiva sin fin.

En cambio, si creemos en un mundo en el que todos tenemos cabida, donde todos colaboramos, educaremos a nuestros niños y niñas de manera inclusiva, sin excluir a nadie. El objetivo es que cada persona sin excepción alcance lo mejor de sí misma.

Y entre estas dos maneras extremas de entender el mundo hay muchas otras que se diferencias en matices, pero que implican otras formas de entender el propósito de la educación.

Por todo lo explicado es por lo que la mayoría de las discusiones sobre si una metodología didáctica es adecuada o no, si utilizamos libros de texto o no, si damos clases magistrales o no... tienen más que ver sobre cómo entendemos el mundo y no sobre las bondades o deficiencias de las metodologías mismas. Y aquí radica la dificultad para que nos pongamos de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de educar.

Por eso es tan importante educar sin miedo, porque nuestras generaciones futuras serán en buena parte el resultado de la manera como les hemos educado e interactuarán en el mundo con los valores que les hayamos transmitido. Aquí radica el valor de la docencia y la importancia sin parangón de la educación.

Corazón y razón en la educación actual

domingo, 10 de febrero de 2019
"Es muy importante entender que la inteligencia emocional no es lo opuesto a la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza, es la intersección de ambas." David Caruso

En la sociedad actual y, por tanto, también en la educación, la razón parece haber perdido parte de la importancia que tenía. ¡Qué terrible error! ¿Cómo podemos vivir y aprender sin discurrir sobre todas las cosas?

Pero en el mundo actual tampoco parece que la emoción esté mucho mejor considerada. Todo se hace en función del interés, de los réditos materiales que se puedan conseguir con nuestras acciones. Y eso también sucede en la educación del siglo XXI, muy encaminada en formar personas que en el futuro sean buenos profesionales.

La razón y la emoción, el cerebro y el corazón, deben formar parte por igual de la educación. Es un error optar por lo uno o por lo otro. Los contenidos son importantes y el nivel de exigencia para su adquisición debe ser alto. Pero estos contenidos deben aprenderse de modo significativo, deben entenderse y saber utilizar en distintos contextos. Los contenidos no tienen sentido si se pretende que se memoricen de manera provisional y se olviden tras un examen. Además, parece probado que el aprendizaje es más significativo cuando emociona.

La gestión y el control de las emociones también dota a las personas de una mayor capacidad para adaptarse a situaciones cambiantes... y eso en el mundo actual es un gran valor para tener éxito. Reconocer nuestras emociones es tan importante como identificar las de los demás. La resiliencia es una capacidad que nos ayuda a ser más inteligentes en todos los sentidos.

La razón es básica para entender el mundo, la emoción es fundamental para gestionarlo. Por eso no podemos ofrecer a nuestros alumnos y alumnas una educación sin uno de estos elementos. No tiene ningún sentido perder ni un minuto de nuestro tiempo en discutir si la educación debe dejar de lado los contenidos o si la emoción no debe formar parte de la formación en nuestras escuelas. Cerebro y corazón deben formar parte de cualquier proceso de enseñanza/aprendizaje.

Dicen que la manera más rápida y efectiva de cambiar la mente de una persona es conectando con ella a través del corazón. Por eso, por mucho que a ciertas personas les cueste entenderlo, la mejor manera de que nuestros alumnos y alumnas aprendan es emocionándoles. Tú como docentes debes encontrar cuál es la mejor manera de hacerlo, porque hay múltiples formas de conseguirlo... conoces a tus estudiantes y sé capaz de encontrar aquello que les motiva.
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Aprender de verdad, enseñar de verdad

domingo, 3 de febrero de 2019
"Dar clase con la boca cerrada supone evitar la tentación natural de dar clase Narrando y proporcionar a los estudiantes experiencias instructivas y después provocar en ellos la reflexión sobre estas experiencias." Don Finkel


https://www.flickr.com/photos/sweet_vengeance/5054972190
Hace unos días, Toni Solano (@tonisolano), para mí una de las voces más sensatas y coherentes del universo educativo, publicaba el siguiente tuit:
Me dice un alumno: "me han dado la nota de ****** y he sacado un 9". Le doy la enhorabuena y le pregunto qué contenidos salían en el examen. "Uf, ya no me acuerdo de qué iba. Hace tres semanas que lo hicimos". ¿En esto consiste la excelencia?

Soy de los que creen que los contenidos y los conceptos siguen siendo importantes en la escuela. Pero qué sentido tiene promover el aprendizaje fingido, qué sentido tiene hacer que los alumnos y alumnas acumulen datos y conceptos en su memoria a corta plazo para que se olviden a los pocos días. ¿Eso es aprendizaje?

El aprendizaje es activo y debe ser construido. No. esto no quiere decir que las clases magistrales sean siempre inútiles. Según Don Finkel este tipo de clase solo funciona los estudiantes han tenido de verdad las experiencias relatadas y si la explicación del docente les ayuda a reflexionar por ellos mismos sobre esa experiencia. Siempre he defendido que las formas de enseñar son diversas y variadas, por lo que hay que utilizar la metodología más adecuada para conseguir nuestros propósitos.

Enseñar es complejo y complicado, pero también lo es el aprender. Por ese motivo es mejor no dedicar ni un minuto de nuestro tiempo a memorizar cosas que vamos a olvidar al cabo de poco tiempo, es mejor no dedicar ni un poco de nuestro esfuerzo a trabajar cosas sin sentido. Lo que se aprende en la escuela debe servir para siempre, para poder afrontar la vida con garantías.

La realidad es muy compleja y solo puede afrontarse con la misma complejidad. Pocas veces debemos enfrentarnos a algún reto en nuestra vida con los conocimientos aislados de una única materia o disciplina. Los conocimientos deben estar interrelacionados y deben presentase en su contexto. Es el momento de replantearnos la existencia de asignaturas y horarios, de clases cerradas, de la presencia de un único profesor por clase, de agrupaciones por edad, de aulas auditorio. Es el momento de afrontar la complejidad del proceso de enseñanza/aprendizaje en su totalidad.

Sé que esta propuesta no gusta a aquellos que se dedican a la enseñanza desde una perspectiva de especialista en un campo del saber, pero la colaboración y cooperación es más que una opción, es una necesidad.
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