"Lo que se hace en la escuela no es para la escuela, es para la vida: principio de transferencia. La escuela que quiero necesita un proyecto educativo que no potencie las diferencias." Mar Romera: La escuela que quiero
Me encanta el título del último libro de Mar: La escuela que quiero, pero yo hoy voy a hablar de la escuela que necesitamos. Porque no se trata de una opción personal o de algo que entra dentro de lo opinable, sino que se trata de una cuestión de obligado cumplimiento para afrontar la formación de las generaciones futuras.
Todos somos distintos, todos somos iguales. La escuela que necesita que necesitamos tiene que ser capaz de incluirnos a todos, debe ser capaz de posibilitar que cualquier alumno o alumna desarrolle su máximo potencial y minimice sus limitaciones. La escuela que necesitamos debe posibilitar que un estudiante con talento para la física o las matemáticas alcance el máximo conocimiento y dominio de esa materia, pero también debe posibilitar que un estudiante con grandes dotes para la danza pueda alcanzar su sueño de ser bailarín.
La escuela que necesitamos no puede permitirse que nadie quede fuera del sistema, porque como sociedad no nos lo podemos permitir. Todos y cada uno de nosotros es necesario para que nuestro mundo sea más justo, sostenible y solidario. Porque una sociedad no evoluciona formando con excelencia y seleccionando a unos pocos destinados a ser la élite, sino que se desarrolla cuando todos y cada uno de sus miembros es capaz de aportar lo mejor de sí mismo.
La escuela que necesitamos debe hacer que aprendamos de verdad y no de forma fingida. Los aprendizajes que se adquieran en ella deben servir para que podamos adaptarnos a los retos de un futuro incierto. No sirve de nada seguir potenciando una escuela donde se evalúa para calificar (poner una nota), la escuela debe evaluar para que los estudiantes sepan cuáles son sus puntos fuertes y cuáles sus puntos mejorables en el proceso de aprendizaje.
La escuela que necesitamos requiere que los alumnos y alumnas se esfuercen y trabajen duro, que aporten siempre lo mejor de sí. Pero no estoy hablando de "codos, codos" ni de "la letra con sangre entra", se puede y se debe trabajar al máximo disfrutando del proceso. Para ello es fundamental que lo que se enseñe en la escuela que necesitamos sea valorado por los estudiantes como algo útil y válido para su vida presente y futura. Por eso en la escuela que necesitamos no podemos trabajar solo contenidos de distintas materias, ni solo emociones, valores y competencias: debemos trabajar todo eso al unísono.
Para finalizar, la escuela que necesitamos debemos construirla entre todos. Debatiendo y compartiendo desde el respeto y de forma constructiva, o como lo dice magistralmente Fernando Trujillo: "Cientos de años de Ciencias de la Educación nos han llevado a concluir que los estudiantes aprenden mejor simplemente hablando entre ellos para resolver problemas, en vez de escuchándonos a nosotros, los docentes, contarles cómo se resuelven esos problemas".
Me encanta el título del último libro de Mar: La escuela que quiero, pero yo hoy voy a hablar de la escuela que necesitamos. Porque no se trata de una opción personal o de algo que entra dentro de lo opinable, sino que se trata de una cuestión de obligado cumplimiento para afrontar la formación de las generaciones futuras.
Todos somos distintos, todos somos iguales. La escuela que necesita que necesitamos tiene que ser capaz de incluirnos a todos, debe ser capaz de posibilitar que cualquier alumno o alumna desarrolle su máximo potencial y minimice sus limitaciones. La escuela que necesitamos debe posibilitar que un estudiante con talento para la física o las matemáticas alcance el máximo conocimiento y dominio de esa materia, pero también debe posibilitar que un estudiante con grandes dotes para la danza pueda alcanzar su sueño de ser bailarín.
La escuela que necesitamos no puede permitirse que nadie quede fuera del sistema, porque como sociedad no nos lo podemos permitir. Todos y cada uno de nosotros es necesario para que nuestro mundo sea más justo, sostenible y solidario. Porque una sociedad no evoluciona formando con excelencia y seleccionando a unos pocos destinados a ser la élite, sino que se desarrolla cuando todos y cada uno de sus miembros es capaz de aportar lo mejor de sí mismo.
La escuela que necesitamos debe hacer que aprendamos de verdad y no de forma fingida. Los aprendizajes que se adquieran en ella deben servir para que podamos adaptarnos a los retos de un futuro incierto. No sirve de nada seguir potenciando una escuela donde se evalúa para calificar (poner una nota), la escuela debe evaluar para que los estudiantes sepan cuáles son sus puntos fuertes y cuáles sus puntos mejorables en el proceso de aprendizaje.
La escuela que necesitamos requiere que los alumnos y alumnas se esfuercen y trabajen duro, que aporten siempre lo mejor de sí. Pero no estoy hablando de "codos, codos" ni de "la letra con sangre entra", se puede y se debe trabajar al máximo disfrutando del proceso. Para ello es fundamental que lo que se enseñe en la escuela que necesitamos sea valorado por los estudiantes como algo útil y válido para su vida presente y futura. Por eso en la escuela que necesitamos no podemos trabajar solo contenidos de distintas materias, ni solo emociones, valores y competencias: debemos trabajar todo eso al unísono.
Para finalizar, la escuela que necesitamos debemos construirla entre todos. Debatiendo y compartiendo desde el respeto y de forma constructiva, o como lo dice magistralmente Fernando Trujillo: "Cientos de años de Ciencias de la Educación nos han llevado a concluir que los estudiantes aprenden mejor simplemente hablando entre ellos para resolver problemas, en vez de escuchándonos a nosotros, los docentes, contarles cómo se resuelven esos problemas".