Este año que está a punto de acabar ha sido especialmente convulso en muchos aspectos y, como no, también en lo que se refiere a la educación.
El auge de los partidos políticos populistas de extrema derecha en distintos lugares del mundo, las consecuencias evidentes en forma de catástrofes naturales del cambio climático, la violencia contra las mujeres y su incapacidad por ser evitada y juzgada por la sociedad... son algunos de los ejemplos más evidentes y crudos de lo que está sucediendo. Y todo esto debería tener, tiene y tendrá consecuencias en la manera de entender la educación.
A continuación, quiero compartir algunas reflexiones que considero necesarias para afrontar cómo debe ser la educación en estos tiempos convulsos:
1. Los y las docentes no son la solución a los problemas de la educación, porque no son la causa. Los problemas de la educación son muy profundos y estructurales y su solución depende del conjunto de la sociedad. Los profesores y profesoras, su formación y su manera de enseñar en el aula, son parte necesaria, pero de ninguna manera son la única solución a todos nuestros males.
2. Lo que los docentes enseñan y lo que los alumnos aprenden no puede estar al margen de las consecuencias del cambio climático y la destrucción medioambiental del planeta. Podemos aprender muchos contenidos de muchas materias... pero esto no tiene ningún sentido sino tenemos un planeta en el que aplicarlos.
3. Los alumnos y alumnas deben tener el derecho y el deber de equivocarse, de probar, de ser creativos y, sobre todo, ser críticos. Este espíritu crítico debe servir para que los mensajes populistas, que están triunfando en distintas partes del mundo, no sean aceptados de manera irreflexiva y visceral.
4. La educación debe ser un elemento fundamental para conseguir detener la lacra social de la violencia contra las mujeres. Hombres y mujeres debemos aprender a convivir en igualdad y equidad.
5, En conclusión, más que discutir sobre las bondades o no de las distintas metodologías que se están integrando en las aulas, deberíamos debatir y consensuar cuál es el propósito de la educación.
El auge de los partidos políticos populistas de extrema derecha en distintos lugares del mundo, las consecuencias evidentes en forma de catástrofes naturales del cambio climático, la violencia contra las mujeres y su incapacidad por ser evitada y juzgada por la sociedad... son algunos de los ejemplos más evidentes y crudos de lo que está sucediendo. Y todo esto debería tener, tiene y tendrá consecuencias en la manera de entender la educación.
A continuación, quiero compartir algunas reflexiones que considero necesarias para afrontar cómo debe ser la educación en estos tiempos convulsos:
1. Los y las docentes no son la solución a los problemas de la educación, porque no son la causa. Los problemas de la educación son muy profundos y estructurales y su solución depende del conjunto de la sociedad. Los profesores y profesoras, su formación y su manera de enseñar en el aula, son parte necesaria, pero de ninguna manera son la única solución a todos nuestros males.
2. Lo que los docentes enseñan y lo que los alumnos aprenden no puede estar al margen de las consecuencias del cambio climático y la destrucción medioambiental del planeta. Podemos aprender muchos contenidos de muchas materias... pero esto no tiene ningún sentido sino tenemos un planeta en el que aplicarlos.
3. Los alumnos y alumnas deben tener el derecho y el deber de equivocarse, de probar, de ser creativos y, sobre todo, ser críticos. Este espíritu crítico debe servir para que los mensajes populistas, que están triunfando en distintas partes del mundo, no sean aceptados de manera irreflexiva y visceral.
4. La educación debe ser un elemento fundamental para conseguir detener la lacra social de la violencia contra las mujeres. Hombres y mujeres debemos aprender a convivir en igualdad y equidad.
5, En conclusión, más que discutir sobre las bondades o no de las distintas metodologías que se están integrando en las aulas, deberíamos debatir y consensuar cuál es el propósito de la educación.