"Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puede cambiar." Dalai Lama
Una de las cosas más difíciles en esta vida es saber escoger bien nuestras luchas. Es muy complicado reconocer cuándo una situación se puede cambiar y cuándo esa situación es totalmente irreversible. Y eso sucede de igual manera en educación.
Durante muchos años he tenido la certeza de que la resignación era el estado más habitual entre las personas que nos dedicamos a esto tan bonito y complicado de educar. Pero la resignación es el opio del docente.
Uno de los lemas más conocidos de las revueltas estudiantiles de Mayo del 68 fue "Tomar la palabra, combatir la resignación"... y no podría tener mayor vigencia en la actualidad.
En educación, resignarse suele ser sinónimo de pérdida, de rendición, de derrota:
- Si un alumno no aprende y nos resignamos, lo perdemos. Y lo que es peor aún, se pierde para sí mismo y para la sociedad de la que forma parte.
- Si las circunstancias son adversas para desarrollar de la mejor manera posible la labor docente y nos resignamos los grandes perjudicados son los sujetos de la educación, nuestros alumnos. Por supuesto hay que alzar la voz y denunciar esa situación, pero sin dejar de hacer todo lo posible (y en ocasiones un poquito más) para que eso afecte lo menos posible en nuestra aula.
- Si un docente cree que ya lo sabe todo y se resigna a no seguir aprendiendo, si es incapaz de adaptarse a los cambios y a las nuevas circunstancias... es una de las peores derrotas a las que puede enfrentarse.
Un educador no puede permitirse el lujo de la resignación porque le incapacita para desarrollar con éxito su labor, le impide desarrollar las acciones que posibilitarán que sus alumnos y alumnas aprendan, que es sin duda el único objetivo de su trabajo.
LA BUENA EDUCACIÓN, SIMPLEMENTE, DEBE SER VERDAD
Hace 2 semanas
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