Para solucionar los verdaderos problemas de la educación, hay que derribar muchos muros.
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Cuando se habla de los problemas de la educación de nuestros días aparecen habitualmente palabras y expresiones como: PISA, evaluaciones, rankings, reformas, currículo, excelencia, abandono escolar, fracaso escolar... Pero, para hablar de los “verdaderos” problemas de la educación actual, también deberían utilizarse palabras como: felicidad, creatividad, iniciativa emprendedora, emociones, valores, colaborar, compartir...
Es
evidente que tenemos muchas cosas que solucionar en la educación que
ofrecemos en nuestros centros, que hay muchos aspectos a mejorar para
dar una respuesta efectiva a las necesidades de las personas y la
sociedad del siglo XXI. Pero, aunque a muchos les cueste creerlo por
la repercusión mediática que tiene, los verdaderos problemas de la
educación tienen poco que ver con los resultados que se
obtienen en PISA. Esta prueba es un indicador más, y muy parcial
dicho sea de paso, ya que evalúa aspectos muy concretos de los
sistemas educativos. Cuando se habla de mejorar la educación “en
clave PISA”, lo que se pretende principalmente es obtener una mejor clasificación en un ranking,
dejando de lado
otros aspectos mucho más importantes.
Buena
parte de los problemas de la educación actual son consecuencia de la
concepción memorística imperante en nuestro sistema de enseñanza.
Por mucho que se hable de competencias y aplicabilidad del
conocimiento, nuestra forma de enseñar, aprender y evaluar tiene que
ver con la retención y recitación de datos y conceptos. Esto
provoca que, en demasiadas ocasiones, los alumnos no adquieran las
destrezas y habilidades cognitivas y no cognitivas necesarias para
desarrollar su vida autónomamente a pesar de obtener expedientes
académicos brillantes. Esto no significa que no se deba mantener un
alto nivel de exigencia. El trabajo escolar debe ser significativo y
práctico para que sea motivador pero el nivel de exigencia para con
los alumnos deben ser elevado.
Algunos
creen (la verdad es que son muchos) que la solución a los males de
la educación pasa por aumentar el peso específico de las
asignaturas STEM (Science,
Technology, Engineering and Mathematics)
dejando de lado las
“inutilidades” (perdón, quise decir humanidades). Por supuesto
que reforzar las asignaturas STEM es importante, pero desdeñar las
asignaturas de música, arte, expresión plástica, filosofía... es un error del
que acabaremos lamentándonos.
Se piden más horas lectivas de las asignaturas STEM cuando lo que se necesita es un planteamiento metodológico más práctico y aplicado, y, aunque parece que no nos damos cuenta, es muy importante reducir los niveles de estrés y presión de los estudiantes, dejando más espacio para el juego por su alto valor formativo: los niños que juegan son personas más creativas. Lo cierto es que la educación que reciben hoy en día los estudiantes no les permite desarrollar sus talentos (sean cuales sean estos) porque no se potencian la creatividad, el espíritu crítico, la iniciativa emprendedora, el trabajo colaborativo...
Se piden más horas lectivas de las asignaturas STEM cuando lo que se necesita es un planteamiento metodológico más práctico y aplicado, y, aunque parece que no nos damos cuenta, es muy importante reducir los niveles de estrés y presión de los estudiantes, dejando más espacio para el juego por su alto valor formativo: los niños que juegan son personas más creativas. Lo cierto es que la educación que reciben hoy en día los estudiantes no les permite desarrollar sus talentos (sean cuales sean estos) porque no se potencian la creatividad, el espíritu crítico, la iniciativa emprendedora, el trabajo colaborativo...
Desafortunadamente,
en la educación actual se pone el acento en los contenidos y no en
las personas. Por eso, a muchos niños, y no pocos docentes, no les
gusta ir a la escuela.
La “verdadera” solución de los problemas de la educación está, en buena parte, en manos de alumnos y profesores. En palabras de Ken Robinson en Escuelas creativas: “la base de la educación es la relación entre profesor y alumno. Todo lo demás depende de lo fructífero y eficaz que sea ese vínculo.”