El
pedagogo brasileño José Carlos Libâneo,
en su obra ¿Adiós
profesor, adiós profesora?
(Barcelona, Octaedro, 2013), dice que “La escuela tiene
que dejar de ser simplemente una agencia transmisora de información,
y ha de transformarse en un lugar de análisis críticos y de
producción de la información, donde el conocimiento hace posible la
atribución de significado a la información.”
En
otras palabras, la escuela debe dejar de ser una institución que
educa para la obediencia y la subordinación para convertirse en una
institución que educa para la libertad y la democracia. Para que
esto suceda, no basta con tener una o varias asignaturas sobre
ciudadanía, ética o valores sino que deben transformarse
radicalmente sus mecanismos de funcionamiento estableciendo fórmulas
de participación activa y responsable de docentes, alumnos y
familias.
Siempre
he pensado que la escuela debería ser un lugar de encuentros, un
ágora donde se reúnen las personas para educar y ser educados, para
compartir saberes y, sobre todo, vivencias, experiencias y emociones.
Pero, desafortunadamente, esto está muy lejos de ser así. En
realidad, salvo honrosas excepciones, la escuela actual se
caracteriza por ser un lugar de desencuentros.
Se
producen desencuentros entre iguales. Cuando estos son entre alumnos
pueden dar lugar a casos muy graves de acoso (bullying);
cuando son entre profesores dan lugar a falta de comunicación,
descoordinación, ineficacia, duplicidad de esfuerzo...
Hay
desencuentros entre profesores y alumnos que llevan a ambas partes a
la frustración. Sobre este particular escribí un post al que
remito: La frágil relación profesor-alumno. En él comento
que la empatía es un valor fundamental para cualquier docente y que
un docente sin empatía es como un MP3 que reproduce una lección
magistral.
Pero
también se producen desencuentros entre profesores y familias. En mi
opinión, es fundamental que los alumnos reciban mensajes coherentes
en casa y en la escuela, y que los padres (o tutores) se impliquen de
manera activa en los contenidos y valores que se trabajan en el aula.
En
conclusión, la educación en una escuela “de encuentros” debería
estar dirigida a luchar contra la pérdida de las ilusiones;
principalmente la de los alumnos pero también, y esto no siempre se
tiene en cuenta, las de los docentes y las de las familias.
Una
escuela que ilusiona es aquella que tienen en cuenta a cada uno de
sus miembros, con sus talentos y sus limitaciones para conseguir
entre todos un mundo mejor.
LA BUENA EDUCACIÓN, SIMPLEMENTE, DEBE SER VERDAD
Hace 2 semanas
La escuela como ágora sería algo extraordinario pero como dices, es casi una utopía. Si has visto la película '`Àgora' te habrás maravillado con ese espacio que tenían de reflexión, de enseñanza de contenidos, de debates, de dudar de todo para sacar nuevas cosas en claro. Pero un modelo así es muy frágil y siempre habría quien querría destruirlo porque no conlleva ningún beneficio económico.
ResponderEliminarAún así, puedes ver como la facultad de Políticas de la UCM tiene su propia ágora, a diario hay debates, diálogos en los que se intercambian ideas, donde se realizan críticas sobre lo mejorable y donde también se actúa.
Trasladarlo al espacio infantil-juvenil temprano sería algo complicado, sobre todo porque lo que interesa es lanzar contenidos para memorizar y escupir. No obstante admiro a aquellos docentes que saben inculcar la crítica y el pensamiento propio, pues si se consiguiera que los más pequeños aprendieran a pensar no tendríamos una sociedad tan pasiva. Si no tenemos la suerte de tener profesores más ambiciosos en los centros habrá que iniciar esta tarea desde dentro del hogar, porque por algún lado hay que empezar, ¿no?
http://www.sentadaenmicolumpio.com/la-lomce-y-el-club-de-los-poetas-muertos
Excelente reflexión Salvador! Coincido totalmente y creo que esta pedagogía de la ilusión, de la creatividad y del encuentro debería llevarse también a la universidad donde la desconexión entre el conocimiento y la realidad es aún más moneda corriente y más aceptada.
ResponderEliminarMagda, acuerdo también con que hay docentes que trabajan para desarrollar el pensamiento crítico y la participación de sus alumnos. Hace unos años con una colega, Evangelina Chabod, llevamos adelante un proyecto educativo con niños de 5to y 6to grado llamado "Cumbre de Presidentes" en la cual ellos debían asumir el rol de presidentes, investigar y debatir sobre distintos temas, llegar a acuerdos y votar leyes. Fue una experiencia rica y valiosa!
http://bit.ly/cumbrepresid
Saludos y gracias por este artículo que compartí con mis colegas.
Natalia Gil
Dir. de Excellere Consultora Educativa