"Mediante el teléfono móvil acceden a todo el mundo; con el GPS, a todas partes; con internet, a todo el saber; habitan, en consecuencia, un espacio topológico de vecindades, mientras que nosotros vivíamos en un espacio métrico, referido a distancias."
Michel SERRES: Pulgarcita. Gedisa, Barcelona, 2014.
Ya no basta con acceder a la realidad directamente a través de nuestros sentidos. Ahora necesitamos aumentar la realidad a través de distintos dispositivos tecnológicos. Google Glass es seguramente el mejor ejemplo, pero no el único. La marca automovilística Jaguar está desarrollando un parabrisas que dará información al conductor para tener una conducción más eficiente y reducir el consumo de gasolina, para tomar la mejor trazada en las curvas o para indicar la distancia de seguridad correcta en función de la velocidad a la que se circula.
Pasamos muchas horas al día ante una pantalla (tablet, ordenador, smartphone, televisor). Buena parte de nuestro contacto con la realidad (y con la sociedad) se ha virtualizado... y lo mismo sucede con el conocimiento.
En este contexto, la educación no puede quedar al margen como pretenden algunos, que se aferran a la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, por el hecho de ser pasado. Enfrentarse a los cambios del mundo actual solo puede llevar al fracaso, a la frustración. La energía inútil que se gasta luchando contra lo inevitable es mucho mayor que la que se gastaría adaptándose a las nuevas necesidades, buscando nuevas respuestas o maneras de hacer ante las nuevas circunstancias.
En este contexto virtual la educación no se deshumaniza, sino todo lo contrario. En primer lugar, no hay que olvidar que detrás de las pantallas (dándoles contenido) hay siempre personas. Un ejemplo muy claro de esto son las redes sociales donde se da el caso que personas que no se han visto cara a cara alcanzan unos niveles de relación, de confianza, de afecto muy grandes.
En segundo lugar, los docentes deben adquirir otras habilidades clave a las que se valoraban antaño. Una de las más importantes es la empatía. Para cualquier educador es fundamental saber "leer" las emociones de los alumnos para ofrecerles una educación personalizada, que dé respuesta a sus intereses y a sus talentos individuales. Mejor que hacerles memorizar listas interminables de conceptos, es enseñarles a solucionar problemas; mejor que saberse las capitales de todos los países del mundo, es mostrarles que se pueden dar respuestas distintas a situaciones distintas.
Al igual que en la película Matrix (que en el fondo es una versión hollywoodiense del mito de la caverna de Platón), virtualidad y realidad se entremezclan siendo muy difícil distinguirlas. La educación de nuestros tiempos tiene el reto de adaptarse a lo virtual para acercarse a la realidad. En la película, Neo puede escoger entre tomar una pastilla roja para ver el mundo tal como es en realidad o una pastilla azul para seguir viviendo en el mundo virtual. Los educadores no podemos elegir: debemos tomar la pastilla roja.
Michel SERRES: Pulgarcita. Gedisa, Barcelona, 2014.
Ya no basta con acceder a la realidad directamente a través de nuestros sentidos. Ahora necesitamos aumentar la realidad a través de distintos dispositivos tecnológicos. Google Glass es seguramente el mejor ejemplo, pero no el único. La marca automovilística Jaguar está desarrollando un parabrisas que dará información al conductor para tener una conducción más eficiente y reducir el consumo de gasolina, para tomar la mejor trazada en las curvas o para indicar la distancia de seguridad correcta en función de la velocidad a la que se circula.
Pasamos muchas horas al día ante una pantalla (tablet, ordenador, smartphone, televisor). Buena parte de nuestro contacto con la realidad (y con la sociedad) se ha virtualizado... y lo mismo sucede con el conocimiento.
En este contexto, la educación no puede quedar al margen como pretenden algunos, que se aferran a la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, por el hecho de ser pasado. Enfrentarse a los cambios del mundo actual solo puede llevar al fracaso, a la frustración. La energía inútil que se gasta luchando contra lo inevitable es mucho mayor que la que se gastaría adaptándose a las nuevas necesidades, buscando nuevas respuestas o maneras de hacer ante las nuevas circunstancias.
En este contexto virtual la educación no se deshumaniza, sino todo lo contrario. En primer lugar, no hay que olvidar que detrás de las pantallas (dándoles contenido) hay siempre personas. Un ejemplo muy claro de esto son las redes sociales donde se da el caso que personas que no se han visto cara a cara alcanzan unos niveles de relación, de confianza, de afecto muy grandes.
En segundo lugar, los docentes deben adquirir otras habilidades clave a las que se valoraban antaño. Una de las más importantes es la empatía. Para cualquier educador es fundamental saber "leer" las emociones de los alumnos para ofrecerles una educación personalizada, que dé respuesta a sus intereses y a sus talentos individuales. Mejor que hacerles memorizar listas interminables de conceptos, es enseñarles a solucionar problemas; mejor que saberse las capitales de todos los países del mundo, es mostrarles que se pueden dar respuestas distintas a situaciones distintas.
Al igual que en la película Matrix (que en el fondo es una versión hollywoodiense del mito de la caverna de Platón), virtualidad y realidad se entremezclan siendo muy difícil distinguirlas. La educación de nuestros tiempos tiene el reto de adaptarse a lo virtual para acercarse a la realidad. En la película, Neo puede escoger entre tomar una pastilla roja para ver el mundo tal como es en realidad o una pastilla azul para seguir viviendo en el mundo virtual. Los educadores no podemos elegir: debemos tomar la pastilla roja.