¿Por
qué no permitimos que nuestros hijos y alumnos se equivoquen? ¿Por qué
castigamos o sancionamos sus errores?
Nunca
en la historia habíamos dispuesto de tecnologías que facilitaran la corrección
de errores de una manera tan simple y rápida. ¿Recordáis, los que tenemos ya
algunos años seguro que sí, lo complicado que era corregir una errata en un
texto escrito con una máquina de escribir? ¡Y lo sencillo que es con un
ordenador y un procesador de textos que además tiene corrector ortográfico! (Yo
mismo, escribiendo estas palabras, no sé cuántas veces podido rectificar y
corregir el texto).
Todo
empezó con el Tipp-Ex, que sirve para pintar de blanco los errores de escritura
y volver a intentarlo encima. No es necesario empezar de nuevo, ni tan siquiera
se nota a penas. ¡Qué gran metáfora para la educación!
Tenemos
la tecnología para no castigar el error... entonces, ¿por qué lo hacemos? Dicen
algunos que es porque la facilidad para enmendar los errores lleva a la
improvisación, a la falta de concentración, a la falta de atención... Yo creo,
en cambio, que lleva a la creatividad, a la respuesta divergente, a la
innovación, a la mejora continua...
Me
gustaría que todos los padres y docentes fueran como el Tipp-Ex, que facilitaran
enmendar los errores sin castigarlos. Claro que nuestros hijos y alumnos pueden
equivocarse, tapar su error con Tipp-Ex y volverse a equivocar... Se trata de
que los niños aprendan de sus errores, no que les causen frustración, desánimo,
estrés, fatiga o dolor.
Solo
os pediría que tengáis también presente que el uso del corrector oculta el
error, queda bajo el líquido blanco. Para educar debemos conocer y analizar ese
error porque nos aporta información importante para mejorar el proceso de
aprendizaje. Por eso, antes de usar el Tipp-Ex, fijaos en dónde falla, evaluad
el error, pero no para culpabilizarlo sino para enmendarlo, para proponer pautas
de intervención que ayuden a reducir los fallos
Los
chicos y chicas de hoy en día están habituados a los videojuegos. En ellos tienen
un número de vidas o intentos para conseguir un objetivo e, incluso, tienen la posibilidad de conseguir más vidas
si hacen determinadas acciones o cumplen objetivos... ¿no podemos algo parecido
en nuestras escuelas?
¡Buena reflexión! Estoy muy de acuerdo en que urge que nos replanteemos cómo tratamos el error en el aula y también en casa. Desde mi punto de vista la clave está en entender el error como parte del proceso de aprendizaje y es igual de importante que lo entienda así el docente como el alumno. No hay que castigar el error pero tampoco ignorarlo. Creo que a veces por no querer estigmatizar un error caemos en un "todo vale" que tampoco es educativo. Yo creo en el error como herramienta para aprender más y mejor, como una señal de tráfico que nos avisa de que ahí hay algo que merece nuestra atención. Gracias a que te has equivocado vas a analizar más de cerca aquello en lo que estás trabajando. Averigua por qué te has equivocado, investiga, prueba de nuevo, inténtalo otra vez y si vuelves a equivocarte sigue investigando. Terminarás por resolverlo y ya no se te olvidará. Y en ese proceso el profesor te apoyará y confiará en tu capacidad para superar el reto.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Me da mucho miedo el "todo vale"... en su nombre se ha hecho mucho daño a la educación. Educar debe ser motivador, divertido me atrevería a decir, pero siempre tienen un componente de esfuerzo. Un abrazo
EliminarCómo coincido con tu reflexión y tu comentario anterior! Yo siempre tengo la práctica de trabajar sobre el error, aunque muchas veces no se comprenda lo que ello significa!
ResponderEliminarHola! Mi nombre es Gabriel Palomino y trabajo los contenidos para las publicaciones de MAPFRE Perú.
ResponderEliminarEstuve leyendo tu blog y quisiera compartirles un contenido que me parece que podría ser interesante para sus lectores.
Quisiera que me puedan brindar un correo electrónico para poder enviárselo y ustedes lo revisen y me comenten si les gustaría publicarlo.
Espero su respuesta.
Saludos cordiales,
Gabriel Palomino.
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