Me
parece una imagen sugerente la que propone Gerver en la cita
anterior, pero tiene algunos matices que me gustaría comentar.
Imaginemos a docentes y alumnos como smartphones... es cierto que no
pueden manejarse siempre con el mismo sistema operativo sino que
deben actualizarlo cada cierto tiempo (cada vez más a menudo), ya
que la sociedad y la tecnología se transforman a velocidad de
vértigo. Pero a diferencia de los gadgets tecnológicos, las
personas tenemos la capacidad de decidir si queremos o no actualizar
el sistema, de si queremos cambiar de sistema operativo, etc.
No
es menos cierto que cada día aparecen nuevos programas y
aplicaciones (app) que mejoran las prestaciones de los smartphones.
La capacidad de decidir de manera autónoma qué nuevas app deben
descargarse docentes y alumnos debería ser el objetivo principal de
la escuela. Porque en un smartphone es el usuario quien debe dar la
orden de cargar o descargar un programa, pero docentes y alumnos
deben hacerlo de manera autónoma para facilitar el aprendizaje
continuo a lo largo de la vida.
Finalmente,
así como los teléfonos móviles funcionan con baterías
recargables, docentes y alumnos necesitan del entusiasmo como fuente
de energía y, desgraciadamente, no existen tomas de corriente donde
conectarse para recargar el entusiasmo.
Desafortunadamente,
en la comunidad educativa existe una constante (casi) universal: Los
alumnos deben aprenderlo todo, o lo que es lo mismo, los
docentes deben enseñarlo todo. Y lo que es peor, todos deben
aprender y enseñar lo mismo. ¡Cómo si el conocimiento fuera una
cosa inmutable que, una vez adquirida, durase toda la vida!
La
educación que se recibe en la escuela debe servir para canalizar el
espíritu crítico de las personas a través del pensamiento
creativo, del trabajo colaborativo, la gestión de las emociones y la
inteligencia ejecutiva. Los conceptos de las distintas áreas o
materias también son importantes, sin duda. Pero se trata de no
abordarlos desde la memorización mecánica, esa que es a corto plazo
y se olvida justo después de la evaluación, sino que deben
trabajarse desde la experimentación y la aplicabilidad, desde
contextos reales y cotidianos. Y eso no está al alcance de ningún
smartphone.
Excelente tu post (como siempre). Lo triste es que cuando uno quiere enseñarles a pensar, a razonar, parece que hay un "virus" que lo boicotea todo... "No sabemos, dígalo usted..." "No me acuerdo cómo era"... son respuestas que a menudo escucho en mi clase a la hora de hacerles preguntas que invitan a deducir, a razonar, a pensar...
ResponderEliminarPienso que la facilidad de las nuevas tecnologías, hace que ellos crean que así de fácil debería ser aprender. Por lo tanto el esfuerzo de pensar queda cada vez más utópico... "Una locura que queremos algunos docentes: hacerlos pensar".
Pero como digo siempre, no voy a bajar los brazos... no me van a ganar los "vagos" ni los "apáticos". Algo finalmente ha de movilizarlos... Sigo en la búsqueda...
Gracias Mónica. Me gusta tu actitud de no bajar nunca los brazos... es la actitud de los verdaderos educadores. Un saludo
Eliminar¿Y si los ponemos a deducir, razonar y pensar sobre lo que les interesa? ¿Y si los que preguntan son ellos? ¿Y si los docentes dejamos de ser el ombligo de la clase?
EliminarSalvador seguimos tu blog y la experiencia de la formación que recibe el alumnado es que hacen exámenes, exámenes y mas exámenes en los que hay que saberlo todo, todo todo y todo.
ResponderEliminarSomos padres, docentes, creemos que hay otras formas de aprender, otras forma de enseñar. Hay que reformular el proceso educativo y estamos comprometidos con ello.
Mientras..... soportamos una media de 8/10 exámenes semanales durante el mes de Junio, en la formación de nuestros hijos de 3º ESO, para saberlo todo, todo. que nos hace estar impotentes en nuestra propia casa.
Nos anima abrir tu blog y ver esas gotas de frescura hacia nuevas formas de entender la educación y que compartimos.
Una pregunta ¿como pasamos a la acción?
Un saludo