¿Los alumnos pasan, los profesores permanecen?

lunes, 1 de julio de 2013

“Mediocre alumno, el que no sobrepase a su maestro.” Leonardo da Vinci

Todos los veranos, cuando acaba el curso escolar, me planteo una cuestión que considero de vital importancia para ayudarnos a cambiar el paradigma educativo tal y como se ha entendido tradicionalmente: ¿Los alumnos pasan, los profesores permanecen?

Los alumnos pasan
Esta frase puede entenderse literalmente: los alumnos avanzan de curso, cambian de etapa educativa, pasan de la escuela al instituto...; los alumnos, inevitablemente, maduran en sus capacidades evolutivas, se hacen cada vez más autónomos. Es decir, el cambio y el movimiento definen al alumno que, en definitiva, es el sujeto de la educación.

Los profesores permanecen
Esta frase no debería poder entenderse literalmente, pero desgraciadamente la propia estructura de la institución escolar favorece que así sea. El profesor se entiende como permanente, como un ente estático, como “completo” por su formación universitaria que le ha proporcionado un título que le capacita para ejercer su labor.

Pero nada más lejos de la realidad, cambio y movimiento, o lo que es lo mismo, formación continua y reciclaje permanente deben ser la seña de identidad de la función docente y, por tanto, el objetivo de cualquier política educativa que pretenda hacer un sistema educativo cada vez mejor.

El movimiento de unos y la permanencia de los otros provoca que el inevitable desfase generacional entre docente y alumno sea cada vez más profundo. Hasta el punto de que, en algunos casos, llegan a hablar lenguajes distintos, hecho que dificulta la comunicación. Me refiero, por ejemplo, a que los alumnos hablan el lenguaje 2.0 o digital y muchos maestros el lenguaje 1.0 o analógico. Por ello, los docentes no pueden “permanecer” sino estar en continuo movimiento, en constante evolución y renovación.

Otro aspecto que debe tenerse en consideración en la relación profesor/alumno, es que encuentro y despedida, con todas las connotaciones afectivas que ello conlleva, son una constante en el ámbito escolar. Por este motivo, el objetivo primordial de todo docente debe ser que los alumnos tengan las capacidades necesarias para el autoaprendizaje.

El funcionamiento de la escuela es cíclico... se repite siempre: principio y fin, encuentro y despedida. Pero no debemos confundir esto con la educación, que es un proceso inacabable, que tiene un principio pero que no tiene un final y que, por tanto, necesita del movimiento continuo.

El docente que se detiene, se cae y, con el paso del tiempo, cada vez le cuesta más levantarse.

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