“Mediocre
alumno, el que no sobrepase a su maestro.” Leonardo da Vinci
Todos
los veranos, cuando acaba el curso escolar, me planteo una cuestión
que considero de vital importancia para ayudarnos a cambiar el
paradigma educativo tal y como se ha entendido
tradicionalmente: ¿Los alumnos pasan, los profesores permanecen?
Los
alumnos pasan
Esta
frase puede entenderse literalmente: los alumnos avanzan de curso,
cambian de etapa educativa, pasan de la escuela al instituto...; los
alumnos, inevitablemente, maduran en sus capacidades evolutivas, se
hacen cada vez más autónomos. Es decir, el cambio y el movimiento
definen al alumno que, en definitiva, es el sujeto de la educación.
Los
profesores permanecen
Esta
frase no debería poder entenderse literalmente, pero
desgraciadamente la propia estructura de la institución escolar
favorece que así sea. El profesor se entiende como permanente, como
un ente estático, como “completo” por su formación
universitaria que le ha proporcionado un título que le capacita para
ejercer su labor.
Pero
nada más lejos de la realidad, cambio y movimiento, o lo que es lo
mismo, formación continua y reciclaje permanente deben ser la seña
de identidad de la función docente y, por tanto, el objetivo de
cualquier política educativa que pretenda hacer un sistema educativo
cada vez mejor.
El
movimiento de unos y la permanencia de los otros provoca que el
inevitable desfase generacional entre docente y alumno sea cada vez
más profundo. Hasta el punto de que, en algunos casos, llegan a
hablar lenguajes distintos, hecho que dificulta la comunicación. Me
refiero, por ejemplo, a que los alumnos hablan el lenguaje 2.0 o
digital y muchos maestros el lenguaje 1.0 o analógico. Por ello, los
docentes no pueden “permanecer” sino estar en continuo
movimiento, en constante evolución y renovación.
Otro
aspecto que debe tenerse en consideración en la relación
profesor/alumno, es que encuentro y despedida, con todas las
connotaciones afectivas que ello conlleva, son una constante en el
ámbito escolar. Por este motivo, el objetivo primordial de todo
docente debe ser que los alumnos tengan las capacidades necesarias
para el autoaprendizaje.
El
funcionamiento de la escuela es cíclico... se repite siempre:
principio y fin, encuentro y despedida. Pero no debemos confundir
esto con la educación, que es un proceso inacabable, que tiene un
principio pero que no tiene un final y que, por tanto, necesita del
movimiento continuo.
El docente que se detiene, se cae y, con el paso
del tiempo, cada vez le cuesta más levantarse.
Muy interesantes tus artículos.
ResponderEliminarSaludos.