Me
gusta el olor de la educación. Me encanta que tenga tantos matices
distintos, desde el perfume más sofisticado hasta el efluvio más
sutil.
Quizá,
por una cuestión de tradición, el olor más característico de la
educación es la mezcla de tiza, lápiz, goma de borrar, tinta de
bolígrafo y papel... Aunque, desde hace algún tiempo, se le está
añadiendo unas gotas de PDI y de ordenador, una pizca de netbook y
un toque de tablet.
La
educación huele a niños jugando, a bocadillo de mantequilla y
chocolate, a golosinas y caramelos de fresa y menta. También
desprende efluvios de mar, de montaña...; de libertad, en
definitiva.
La
educación huele a sonrisas, a lágrimas...; a aprendizaje, al fin y
al cabo.
La
educación tiene esencia de sueño, de utopía, de esperanza. Pero,
quizá, la fragancia que más le caracteriza es la de la curiosidad
(con unos matices de entusiasmo y creatividad).
Un
docente es un perfumista que debe mezclar cada día, y en las
proporciones exactas, las distintas fragancias de la educación, para
que su perfume llegue a lo más profundo de sus alumnos.
¡Qué
afortunados somos de poder disfrutar de los aromas de la educación!
Se inhala muy rico su descripción. Cerré los ojos y olí la educación...
ResponderEliminarNo podía decirme nada más bonito... ¡Gracias!
EliminarMuy evocador... Me ha gustado mucho pensar y oler tu descripción que, como un buen perfume, sigue presente pasado el tiempo de la lectura-aplicación. MaiteM
ResponderEliminarHe vuelto a mi infancia por unos instantes. Gracias por el viaje.
ResponderEliminarComo pedagoga, mi reconocimiento por tantos posts frescos, sencillos y vividos con el corazón. Grácias Salvador por poner el toque poètico en la educación. Rosa Rodríguez Gascons, pedagoga
ResponderEliminarMmmmmmm... ¡qué bien huele! Genial descripción de esos aromas. Un saludo :-).
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