En Blanes, un precioso pueblo costero
de Girona donde paso mis fines de semana, hay un curioso banco, "el banc del Si no fos" (el banco del Si no fuera).
Dicen que en este banco es donde se sentaban los viejos pescadores de la localidad y comentaban entre lamentos: “Si no fuera por el dolor de espalda, saldría a pescar...; Si no fuera por mi edad, todavía iría a pescar cada día...; Si no fuera por...”.
Dicen que en este banco es donde se sentaban los viejos pescadores de la localidad y comentaban entre lamentos: “Si no fuera por el dolor de espalda, saldría a pescar...; Si no fuera por mi edad, todavía iría a pescar cada día...; Si no fuera por...”.
Estoy seguro de que muchos habréis
reconocido está actitud en algún político, en algún compañero de
claustro, en alguno de vuestros alumnos, en alguna de sus familias...
incluso en vosotros mismos.
Yo me sorprendo a mí mismo, en más de una ocasión, escudándome en el “Si no fuera por...” para evitar hacer las cosas de otra forma y dejarme llevar por el conformismo autocomplaciente que aporta esta actitud. Pero, en el mismo instante en el que soy consciente de esa situación, intento revertirla y lucho contra mí mismo para hacer las cosas de otra forma, para innovar, para no repetirme, para adaptarme a las circunstancias cambiantes.
Yo me sorprendo a mí mismo, en más de una ocasión, escudándome en el “Si no fuera por...” para evitar hacer las cosas de otra forma y dejarme llevar por el conformismo autocomplaciente que aporta esta actitud. Pero, en el mismo instante en el que soy consciente de esa situación, intento revertirla y lucho contra mí mismo para hacer las cosas de otra forma, para innovar, para no repetirme, para adaptarme a las circunstancias cambiantes.
El “si no fuera por...” en
educación es una excusa dolorosa, una justificación banal del
inmovilismo, de la resistencia al cambio, del miedo a la innovación.
Muchos son los factores que nos empujan a tener esta actitud: la
situación económica, la crisis de valores de nuestra sociedad, las
políticas educativas partidistas y errantes, el desprestigio de la
labor docente, etc.
Pero todos estos factores pierden
fuerza cuando nuestro interés último es la educación de cada uno
de nuestros alumnos (con sus nombres y apellidos, con sus esperanzas,
sus miedos y sus ilusiones), cuando pensamos que si no les damos la
mejor educación posible, la más adecuada a sus necesidades como
individuos y como miembros de la sociedad, aquella que les permita
desarrollar al máximo su potencial (sea este el que sea), les
estamos privando de un futuro mejor... y eso no nos lo podemos
permitir.
Muy de acuerdo con tu artículo Salvador. He vivido este sentimiento de ilusión compartida entre profesor y alumno para investigar, innovar, aprendrer, compartir ...Trabajar com pasión aporta muchísimo a los alumnos y al profesor.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista y a partir de mi experiencia, el profesor innovador se enfrenta a un principal obstáculo. Pondré un ejemplo: introducir en el aula el trabajo cooperativo y trabajar con las tecnologias puede crear oposición de algunos compañeros, porque ellos no estan dispuestos a trabajar con estos métodos y quieren suprimirlos de su entorno, diciendo que no funcionan para continuar con su metodologia tradicional. La presión y el dolor que causan puede ser muy grande hasta conseguir el abandono de la innovación.
Como solución, pienso que la innovación tendria que estar más valorada e incentivada desde la administración, para evitar quemar a los profesores que quieren avanzar.
Y sumamos... y volvemos a sumar voluntades y esfuerzos para transformar la sociedad. Nuevamente, unas palabras certeramente escritas nos hacen caer en la cuenta de que tenemos que desterrar muchos dioses falsos y clónicos que nos construimos en torno al sistema educativo actual. Con tu permiso Salvador, considero que los rescoldos de inmovilismo, conformismo, pasividad, indolencia, inconstancia, desidia... que siguen existiendo, aunque cada vez menos, en educación son elevados a la categoría divina por aquellos que los utilizan y emplean como "enemigos" de una metodología clásica, conservadora, "segura", ¿omnipotente? No podemos construirnos dioses falsos como el dios "Si no fuera por...", el dios "Y si...", y el sempiterno "...Pero". Estos dioses están paralizando la educación y peor aún... ¡pueden inmovilizarnos a los maestros y hacernos desistir de CAMBIAR e INNOVAR! Nuevamente GRACIAS por hacernos ver que esos dioses falsos, que son idolatrados por un sistema retrógrado e inmovilista en varios aspectos, no pueden ni deben ser adorados por aquellos que somos y nos consideramos MAESTROS de VIDA, no maestros de una ley educativa que nos encorseta, y que cercena nuestra voluntad de mejora. Personalmente, "Si no fuera por mi... SER MAESTRO, sinceramente, no SERÍA TAN FELIZ COMO LO SOY ni trataría de HACER FELICES TODOS LOS DÍAS A MIS ALUMNOS".
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