El ánimo
de un profesor es como un lápiz, se va desgastando al tiempo que va escribiendo.
Da igual si escribe hermosos poemas o complejas operaciones matemáticas, el uso
lleva inevitablemente al desgaste.
De vez en
cuando le sacas punta y el lápiz vuelve a escribir como antes. Pero cada vez
que le sacas punta, el lápiz se va consumiendo, haciéndose cada vez más
pequeño. Sigue permitiendo escribir con buena letra, pero cada vez reduce más y
más su tamaño.
Los
propensos al desánimo, que desgraciadamente son muy numerosos, pueden llegar a
consumirse del todo. Y eso es lo peor que le puede pasar a un profesor. El
desánimo, la desmotivación, el desinterés por innovar, el estrés, la desidia...
se apoderan de su día a día en el aula y eso lo pagan sus alumnos.
Hay unos
pocos, los más animosos, los lápices de más calidad, que tardan más en
gastarse. Incluso algunos, los que se conocen como lápices de hierro, no llegan
a gastarse nunca: se pone una mina nueva y ya está. Son los profesores que se
forman continuamente, que buscan nuevas maneras de enseñar, que entienden que
la realidad que les rodea es cambiante. Son los que se adaptan a sus alumnos y
no hacen que sean los alumnos los que se adapten a ellos. Son los que pueden
cambiar la educación, los que van a cambiar el mundo.
Siempre me han enseñado, desde la facultad, que el profesor tiene que entregarse, darse, consumirse por sus alumnos, pero esta bella parábola, que enseña, pero a la vez, ¡compromete!, no puede dejarnos inadvertidos. ¿Por qué? No hay nada más cierto que el profesor que se consume, desde una perspectiva negativa, cae en el conformismo y en el cansancio fácil, cuando nuestra vocación docente y educativa nos debe llevar a renovarnos, cambiar, ponernos una nueva "mina" que nos ilusione con nuevos retos y nos desafíe en nuestro quehacer diario. No podemos quedarnos anclados en el pasado, en la quietud de la rutina fácil. Rompamos con nuestra zona de confort y vislumbremos y aspiremos a nuevos horizontes. Esto nos hará renovar cada día nuestro ser y hacer docente. ¡Quiero ser profesor portaminas... que lleva incluido una goma para borrar aquello que me impide crecer y madurar, que me impide mejorar... para y por mis alumnos.
ResponderEliminarCuando un profesor deja de aprender se olvida de ser profesor, cae en el conformismo y abraza la mediocridad.
ResponderEliminarEse es el gran enemigo de la docencia!!!
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