La escuela no puede solucionarlo todo

sábado, 29 de diciembre de 2012
"El hombre es un producto social y la sociedad debe impedir que se pierda para ella." Miguel de Unamuno


Haced la prueba: preguntad en clase a vuestros alumnos quién sabe quién fue y qué hizo Albert Einstein o Marie Curie; luego, preguntadles quién es y a qué se dedica Belén Esteban. El resultado que obtengáis es la prueba de que la escuela no es la única causa ni la única solución para los problemas de nuestra sociedad.

Que la escuela, como institución, y el sistema educativo, como garante de su funcionamiento, necesitan un cambio profundo, un cambio estructural, resulta evidente. Pero, aunque la escuela puede ser motor de cambio social, no es el único, ni el más poderoso y eficaz. La educación, aunque es su hábitat natural, no es función exclusiva de la escuela.

La ciudad debería ser el gran espacio educativo. Francesco Tonucci plantea que si una ciudad puede ser pensada a la medida de los niños no solo será buena para ellos sino para todos. El objetivo es la recuperación del espacio público para dedicarlo al juego y a intercambios sociales, para que, de esta forma, sea un espacio de transmisión de valores.
 
Hoy la ciudad es un espacio de confrontación, un lugar casi deshumanizado donde prevalecen los valores del mercantilismo y el consumismo por encima de los valores de la solidaridad y la colaboración.
 
La familia es el espacio más próximo a los niños. Pero en los últimos tiempos hay una enorme crisis de valores educativos en esta institución. Los niños se han convertido en pequeños dictadores intocables y déspotas. 

Periódicamente se publican en prensa noticias referidas a agresiones de padres a profesores, por el simple hecho de haber castigado a su hijo o por "haberlo suspendido". Antes sucedía todo lo contrario, cuando los padres se enteraban de que un profesor había castigado a su hijo, ellos a su vez los castigaban también... pero de eso hace ya mucho tiempo.
 
Los políticos deberían ser ejemplo de ciudadanía y de servicio a la sociedad para nuestros jóvenes. Pero, aunque es cierto que no todos los políticos son corruptos, el valor que se transmite desde la política es el del pelotazo, la imagen del corrupto que roba dinero público y además no recibe castigo.

Los políticos que apoyan a los bancos pero no a las personas, que apoyan a los ricos para que ganen más a costa de que el pueblo viva peor, que incumplen sus programas electorales de forma manifiesta... esos políticos no ayudan a la educación de nuestros niños y jóvenes.
 
Los medios de comunicación, especialmente la televisión, al promocionar programas donde los valores como la fama sin esfuerzo, la falsa popularidad, la popularidad efímera transmiten valores totalmente contrarios a los que necesitan nuestros niños. Se escudan en que son los programas que la gente quiere ver, pero eso no es cierto. La televisión es un instrumento con gran potencial educativo... el problema de este país es que esto no sucede ni con las televisiones públicas.
 
En conclusión, lo fácil es hablar de "fracaso escolar", pero la escuela no puede con todo. El fracaso es de la sociedad en su conjunto y la solución, también.
 

El profesor pirata, una invitación a la aventura de educar

lunes, 24 de diciembre de 2012
"Es mejor ser pirata que alistarse en la marina." 
Steve Jobs
 
 
Que nadie se ofenda antes de leer lo que sigue a continuación. Llamar “piratas” a los profesores no pretende ser ofensivo sino todo lo contrario. No me refiero a piratas sanguinarios que gozan en derramar sangre, sino a aquellos piratas que amaban la libertad, tenían una increíble sed de aventuras y un inquebrantable código de honor.
 
Los piratas, aún estando al margen de ley, siempre han sido personajes muy queridos y admirados, especialmente por los niños, de los que se han escritos multitud de historias fantásticas.

Llamar piratas a los docentes es una invitación a navegar por los mares de la educación como corsarios, conociendo pero ignorando, burlando cuando es necesario, las leyes educativas imperantes, en busca de magníficos tesoros en forma de alumnos motivados que son y serán individuos creativos, participativos, autónomos, capaces de desarrollarse como personas y de participar activamente en la sociedad.

Me resulta alentador pensar en el hecho educativo como una aventura pirata en busca de tesoros, navegar por los mares tranquilos del Caribe, luchar contra tormentas, enfrentarse a cañonazos en mar abierto contra los barcos enemigos.

Desgraciadamente para los profesores, no existen mapas donde una cruz y un mensaje codificado indica el lugar donde está escondido el tesoro, y cada uno debe buscar el camino por sí mismo. Aunque quizás sería más fácil si creáramos una gran cofradía de profesores piratas donde intercambiar nuestras experiencias y buscar juntos el camino que nos conduzca al tesoro: una buena educación para nuestros alumnos y, por tanto, un futuro mejor para todos.
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¿Compartir o competir? Esa es la cuestión

lunes, 17 de diciembre de 2012
"La clave sobre los grandes problemas del mundo es que debemos tratar sobre ellos de forma colectiva. Y como no nos volvamos colectivamente más inteligentes, estamos condenados."
Douglas Carl Engelbart
 

¿Cuál debe ser el objetivo de la educación: compartir o competir?

La educación tradicional ha sido, y es aún hoy en día, competitiva. Competir no es necesariamente un valor negativo, el problema surge cuando se convierte en el motor único de desarrollo personal y social.
 
La educación competitiva potencia el individualismo, la cultura de lo perecedero, el consumismo... Este tipo de educación promueve valores como la envidia, la codicia, la avaricia... y conduce (o puede conducir) a la ansiedad, a la depresión, a la frustración... o lo que es peor todavía el éxito vacío.

El mensaje que se transmite a los alumnos que reciben este tipo de educación no es “haz las cosas bien” sino “haz las cosas mejor que quien tienes al lado”: el compañero es considerado un rival y no un compañero. Inconscientemente muchos profesores reproducen este modelo con comentarios del tipo: “X fíjate que bien lo ha hecho Y” o “Deberías aprender de Y, que siempre lo hace bien, no como tú”.

Para mí, el objetivo de la educación es formar personas competentes, no necesariamente competitivas. Por ello compartir se convierte en una necesidad. No ser competitivo si no competente, no significa estar desposeído de las herramientas necesarias para desarrollarse con solvencia en el mundo (escolar, laboral, social...). Se puede demostrar la competencia “colaborando” con alguien y no “contra” alguien.

Este tipo de educación maneja valores como la solidaridad, la justicia social, la pluralidad, el altruismo, la tolerancia y conduce (o puede conducir) a la participación, a la responsabilidad, a la equidad.

La inteligencia colectiva

Aprender a colaborar incide al mismo tiempo en la mejora individual y social. Es un valor cada vez más apreciado en el ámbito laboral y, en general, en la sociedad. La “inteligencia colectiva” (a la que creo que también podríamos llamar “wikipédica” o “smartphónica”) está cada vez más valorada frente a la “inteligencia individual” (o “enciclopédica”).

No es la primera, ni será la última vez, que cito en una de las entradas de mi blog a Dolors Reig (@dreig), que el pasado 27 de noviembre de 2012 publicó un post en El Caparazón, titulado Juntos pensamos, incluso sin saberlo, mucho mejor:

Ocurre que sabemos que nuestra inteligencia está basada en el exterior, en lo que ocurre fuera de nuestros cerebros más que dentro y que Google, Wikipedia y otros recursos online nos vuelven más y no menos estúpidos si conceptualizamos la inteligencia como algo que nos coordina con otra gente y nuestro entorno y no como algo aislado.”

Educar la inteligencia colectiva tiene mucho que ver, aunque no exclusivamente, con la incorporación de las TIC en la educación (multiplican y facilitan la posibilidad de conectar con otras personas), tiene que ver también con el concepto de zona de desarrollo próximo de Vigotsky, con el aprendizaje por descubrimiento de Bruner y con otras teorías pedagógicas que se conocen desde hace ya mucho tiempo y hemos sido y somos incapaces de incorporar en el día a día de la educación en las escuelas.
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LOMCE: Con la Iglesia hemos topado

jueves, 13 de diciembre de 2012
No hace falta saber latín
yo ya se cual será mi fin,
en el pueblo se empieza a oír,
muerte, muerte al villano vil.
Yo no pienso pues armar ningún lío
con que no va a Roma el camino mío.
No a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.

            (Fragmento de la versión de Paco Ibáñez
de La mauvais reputation de George Brassens)

 

Empiezo este post con la firme intención de ser muy conciso, para no meterme en terreno pantanoso. El texto de la LOMCE me obliga a plantearme una pregunta: ¿Por qué si formamos ciudadanos estamos “adoctrinando” y si formamos creyentes estamos “educando”? Yo soy incapaz de encontrar una respuesta a esta cuestión.

Estoy convencido de que todos los alumnos y alumnas deben estudiar Historia de las religiones y cultura cristiana. El cristianismo está en la base de la cultura occidental y, por ese motivo, es de obligado conocimiento para entender qué es Europa y por qué es como es.
 
Pero una cosa es conocer las religiones y otra hacer catequesis. Según la Contitución:
 
"3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones." España es un país laico (o aconfesional), por tanto, no parece de justicia que desde Ley Educativa imperante se de un trato de favor a una religión en particular (sea esta cual sea).

Yo, que me considera una persona no religiosa pero sí muy espiritual, creo que la religión forma parte del ámbito privado de las personas y es en ese ámbito donde debe quedarse.

Los orígenes de la educación, tal y como la entendemos hoy, está muy ligada a la iglesia, a las órdenes religiosas. Pero eso forma parte del pasado, de la historia.

En cambio, la LOMCE elimina de raíz la asignatura de Educación para la ciudadanía, materia que, por cierto, está presente en la mayor parte de los sistemas educativos europeos.

Con todo respeto, me parece una gran hipocresía considerar que la Educación para la Ciudadanía es “adoctrinamiento”, pero que no se diga lo mismo de la asignatura de Religión.
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La magia de leer: más allá de "mi mamá me mima"

lunes, 10 de diciembre de 2012
Siempre he pensado que leer tiene algo que ver con la magia. Convertir un poco de tinta, generalmente negra, y unos trazos en un papel en todo un mundo lleno de color, de personajes, de vida... es, en definitiva, crear un mundo único en otra dimensión.

Cada niño transforma las letras, las palabras, las frases en "una realidad" propia y eso no sucede con otros soportes. Para mí, solo hay una cosa comparable y es un cuento, una historia explicada por un cuentacuentos o, mejor aún, por una maestra de Educación Infantil. Pero en este caso es el sonido lo que se transforma en realidad.

En el caso de la realidad virtual, el escenario ya está creado y lo que resulta enriquecedor es que se puede interactuar en él y con él.

La lectura es un medio para alcanzar el aprendizaje, para aprehender la realidad, para convertir lo abstracto en concreto. Leer no es el único medio, ni seguramente el más efectivo, pero sí que actualmente es el más habitual. Tener una buena capacidad de comprensión lectora supone una garantía para el éxito escolar.

Hay distintos tipos de lectura y todos ellos deben trabajarse en la escuela. Hay un tipo de lectura profunda que requiere de un gran esfuerzo mental y, al mismo tiempo, una gran quietud corporal. Es aquella que busca la comprensión detallada, la memorización. En el otro extremo, existe un tipo de lectura superficial, exploratoria, que tiene que ver con la búsqueda de información.

Aunque no existe una relación directa entre el tipo de lectura y el soporte que se utiliza para ello, sí que podemos establecer cierto paralelismo. Según Luis Collado en Convergencias y divergencias entre libros (en papel y digital), publicado en la revista Texturas, nº 17(mayo de 2012), la actividad que asumimos como lectores de un libro de papel es muy sencilla y el hecho de leer es simple. Leemos solos en nuestro mundo interior, somos individuos.

Sin embargo, en un libro digital la experiencia lectora es muy diferente. Debemos tomar decisiones para optimizar la experiencia y entra en juego la dimensión social. La lectura se convierte en una experiencia exterior, extrovertida.

Como concluye Collado: "Nada es mejor ni peor. Nada tiene que sustituir a lo otro. Ninguno tiene por qué, ni va a ganar ninguna batalla". En realidad, debemos utilizar cada soporte en función del objetivo educativo que queremos alcanzar.

Para finalizar, me gustaría dar algunos consejos sencillos y prácticos para estimular la lectura y mejorar la capacidad de comprensión:
- Imitación: Los niños leerán si los adultos que les rodean leen. La lectura puede ser un momento compartido.
-Adecuación: Las lecturas que se le proponen a los niños deben ser adecuadas en extensión y temática a la madurez de los lectores. A nadie le gusta leer algo que no entiende o que no le interesa.
-Goce: La lectura tiene que resultar placentera, aunque requiera de un cierto esfuerzo debe dar satisfacciones.
-Motivación: Tiene que hacerse un trabajo previo para despertar el interés y, luego, mostrar interés por lo que el niño ha leído.
-Entrenamiento: Se tiene que leer un tiempo cada día, se tienen que trabajar las diferentes estrategias de comprensión lectora y las de habilidad y la eficacia lectora.

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10 motivos por los que a l@s alumn@s puede no gustarles la escuela

martes, 4 de diciembre de 2012
El otro día, haciendo una búsqueda en Google sobre el término “colegio”, me encontré, sin pretenderlo, con esta entrada de la Frikipedia (una versión satírica de la Wikipedia):

“Los "Centros de Reclusión para Menores", comúnmente llamados "Colegios", son lugares amplios y luminosos, de cuartos repletos de máquinas de tortura medievales utileria escolar, que curiosamente tienen como lugar de estacionamiento ciudades repletas de niños o hobbits. En estos antros de rutina edificios (mayormente) se diferencian varias partes, secciones, personajes y demás elementos a citar.” También se dice en esta entrada que las siglas “cole” significan “cárcel obligatoria llena de exámenes”.

Por supuesto se trata de una definición paródica, sarcástica, que pretende, de una manera algo extraña, ser graciosa. La escuela es otra cosa, pero las características que se exageran en esta definición de la Frikipedia, nos pueden dar una pista de cuáles son los motivos por los que a los alumnos y alumnas puede no gustarles ir a la escuela:

1.    Inmovilidad. La obligación de permanecer sentado durante un buen número de horas. No está en su naturaleza, necesitan moverse, tener actividad física para expresarse, comunicarse...

2.    Silencio. A la inmovilidad se le suma el hecho de estar siempre en silencio, sin casi interacción con los compañeros.

3.    Aislamiento. No tener contacto con el exterior. En sentido literal, estar casi todo el tiempo en un aula, entre cuatro paredes sin disfrutar del aire libre, de la naturaleza. En sentido figurado, no tener la posibilidad de relacionarse con el exterior a través de las redes sociales u otros medios.

4.    Uniformidad. El referente es el grupo clase y no el individuo. La enseñanza es igual para todos sin tener en cuenta las capacidades personales y los distintos ritmos de aprendizaje. Dicho sea de paso, aprovecho para comentar el tema de los uniformes que anulan la personalidad de l@s alumn@s, para conseguir una cierta igualdad, que no deja de ser ficticia.

5.    Pasividad. No tener una participación activa en el proceso de aprendizaje, ser un mero receptor de información. No ser sujeto creador es un elemento desmotivador.

6.    Aburrimiento. Tener que aprender cosas que marca un currículum que está totalmente alejado de la realidad y los intereses de l@s alumn@s.

7.    Estrés. Una presión desmedida por las calificaciones y el miedo al fracaso. El error se ve como derrota y no como oportunidad.

8.    Anacronismo. El empleo de recursos y aparatos propios de los siglos XIX y XX cuando los alumnos viven en un mundo digital. Los alumnos están hiperconectados en su vida cotidiana y “hiperdesconectados” en la escuela.

9.    Rigidez. Se les obliga a saltar de una materia a otra siguiendo unos horarios rígidos e inflexibles. No se tiene en cuenta sus intereses ni se trabaja transversalmente o por proyectos.

10. Incomprensión. La mayoría de las veces l@s alumn@s no entienden nada de los que se les explica, ni por qué se les explica. Y lo que es más grave aún, ellos ven que no se les comprende, ni se les tiene en cuenta.

Seguro que se pueden encontrar otros motivos y, por supuesto, que no todos los centros educativos son iguales. La función de este decálogo es hacer visibles algunas cuestiones para tenerlas presentes y, en la medida de los posible, evitarlas.
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