A grandes
rasgos, hay dos interpretaciones clásicas de la historia de la infancia:
- Philippe
Ariés sostiene que el niño era más feliz cuanto más nos remontamos en el
tiempo a otras épocas históricas porque podía mezclarse libremente con personas
de diversas clases y edades. Para Ariés, la invención del estado “infancia”,
tuvo como consecuencia la implantación de una concepción tiránica de la
familia, que destruyó la sociabilidad y privó de libertad a los niños.
- En
cambio, para Lloyd de Mause: “La historia de la infancia es una pesadilla de la
que hemos empezado a despertar hace muy poco. Cuanto más se retrocede en el pasado,
más bajo es el nivel de la puericultura y más expuestos están los niños a la
muerte violenta, el abandono, los golpes, el terror y los abusos sexuales.”
En el
siglo XXI, una nueva variable debe de ternerse es cuenta: Internet y las redes
sociales.
Cuando la
infancia estaba protegida dentro de una caja cerrada, bonita y cómoda pero
aislada, aparece un espacio, una ventana al mundo que le permite mezclarse de
nuevo con otras personas, que le facilita el acceso a informaciones que antes
le estaban absolutamente vetadas, que le devuelve la posibilidad de
sociabilidad a una escala mucho más grande y le otorga un espacio de libertad.
Pero esto, ¿qué supone: una oportunidad o un peligro?
Sin duda,
toda oportunidad conlleva un peligro; la cuestión es si lo que se gana compensa
o no ese riesgo. La infancia debe ser protegida, se debe legislar en beneficio
del interés superior del niño, pero nunca debería ser anulada, como ha sucedido
en los últimos cien años. Las redes sociales posibilitan una infancia creadora
(y creativa), activa, participativa... y no podemos dejar escapar esta
oportunidad. Escuchar lo que piensan los niños nos debe ayudar a diseñar un
sistema educativo mejor, una sociedad mejor.
Por este
motivo, estamos obligados a diseñar una educación que trate al niño como si
fuera un líquido, es decir, en constante movimiento y adaptable, y no como si
fuera una esponja capaz de empaparse de datos e información. Sin perder más
tiempo, tenemos que pasar del aprendizaje mediante lecciones magistrales a metodologías
que posibilitan la construcción del conocimiento.
Es cierto
que dar a los niños la posibilidad de “volar” (navegar por la red), de opinar y
de moverse por espacios en los que puede llegar a informaciones a las que antes
no tenía acceso, conlleva peligros. Por eso debemos crear una didáctica, unos
mecanismos de defensa para que el niño por sí mismo sea capaz de valorar los
peligros y evitarlos... pero me parece mucho más peligroso mantenerlos aislados
en su jaula de cristal, sin voz y sin responsabilidad.
Bibliografía:
- Ariés, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Madrid, Taurus, 1987.
Estic totalment d'acord amb tu, com sempre, no podem aïllar els infants, els hi hem d'obrir finestres pq ells i elles puguin obrir portes. Les mares i els pares, conjuntament amb la "comunitat educativa" hem de fer molta feina. Meravellosa paraula, Comunitat Educativa, algú sap que vol dir? Jo ja he perdut els papers...
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Salvador, hay que educar para las redes, no prohibirlas. Será que las personas que las prohiben no se acomodan a ellas? Un saludo
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