Como ya he comentado en otras entradas de este blog, la figura del docente ha cambiado muy rápidamente en muy pocos años. Ya no es el portador y transmisor del saber inmutable, el "explicador" de contenidos; ahora es el guía, el diseñador de estrategias para que los alumnos aprendan a vivir de manera autónoma en un mundo que puede llegar a ser radicamente distinto a como es ahora.
El maestro, el profesor, el educador, el docente... era un líder autoritario, un pequeño cacique del aula, el jefe con mano dura de un grupo al que había que conducir por el camino correcto mediante una férrea disciplina. Ahora es más bien un líder con autoridad moral pero dialogante, que sabe escuchar, que dirige a un equipo (alumnos que trabajan colaborativamente) no a un grupo, que marca el camino a seguir pero que es capaz de variar el rumbo en función de los intereses y motivaciones de los alumnos; un líder que busca formar a personas emprendedoras, creativas, capaces de adaptarse al cambio. No perdamos de vista que un líder es aquel de quien se aprende.
Cuando pienso en este nuevo rol del docente, me vienen a la cabeza dos modelos de liderazgo sobre los que, por distintos motivos, se han escritos ríos, mares y océanos de tinta: Josep Guardiola y José Mourinho.
Al margen de evidentes diferencias de estilo y de representar a dos entidades con idearios deportivos muy distintos (aunque Guardiola ya ha anunciado que abandona su cargo en el F. C. Barcelona), ambos son líderes que saben sacar el mejor partido de cada uno de los individuos que forman su equipo. John Forbes dijo que el individuo, en colectividad, no solo debe hacer lo mejor para él sino también para el grupo; y eso es lo que consiguen ambos y que los docentes podemos aplicar en nuestra práctica educativa, conseguir que nuestros alumnos se desarrollen como individuos y que sean capaces de mejorar con el grupo.
Creo que, en el fondo, aplican de forma magistral el efecto pigmalión positivo, es decir, tienen expectativas positivas y realistas sobre sus jugadores, lo que les permite motivarlos y sacar lo mejor de ellos.
Aunque pueda parecer lo contrario, ambos entrenadores comparten muchos valores: trabajo, esfuerzo y sacrificio, protección del equipo, cuidado de los detalles, motivación, objetivos claros... La única diferencia entre ellos es que Guardiola opta por la humildad y el respeto al contrario y Mourinho prefiere la altanería y el enfrentamiento... pero eso, en el fondo, solo forma parte del "maquillaje", de lo más superficial de su trabajo... del espectáculo del fútbol.
Todos esos valores que comparten en su liderazgo pueden ser un gran referente para los docentes. Son valores que pueden conducir eficazmente a la educación por los nuevos retos a los que se enfrenta en el siglo XXI. Si conseguimos con nuestros alumnos unos niveles de éxito como el que consiguen ellos con sus jugadores, con sus equipos... nuestros porcentajes del mal llamado fracaso escolar llegarían a niveles parecidos a los de Finlandia (permitidme que sueñe despierto).
LA BUENA EDUCACIÓN, SIMPLEMENTE, DEBE SER VERDAD
Hace 2 semanas
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